lunes, 26 de noviembre de 2012

1984 George Orwell - Comentario


Imagino que no habrá nadie en clase que desconozca la existencia de un programa televisivo, de gran popularidad y líder de audiencia en su franja horaria, día de emisión y género, llamado, por más señas, Gran Hermano; aquel en el que varios concursantes, cual cobayas humanas, conviven juntas bajo un mismo techo y en el que, más tarde o más temprano, hace resurgir los instintos más bajos y primarios de los mismos.


Escrito en los años cincuenta, el autor crea una historia en la que se predice un futuro nada prometedor, en el que no existe ni la libertad de expresión, ni la de pensamiento, ni la de sentimiento... un mundo, en definitiva, controlado por una minoría y que mantiene al resto de los seres humanos en un régimen dictatorial y represivo en unos límites, como he dicho antes, que lleva a la anulación y a la castración psíquica del individuo. Todo controlado por una figura, un símbolo llamado el Gran Hermano, que a través de unas pantallas dispuestas en cada rincón controla todo movimiento o palabra que suponga un cuestionamiento del régimen establecido.

Pero existirán una serie de personajes, la resistencia, por llamarlos de alguna manera, que se dan cuenta de la situación tan absurda y surrealista, ya que como instintos innatos a nuestra condición humana y racional, ¿quién puede evitar los instintos más básicos, como el afecto hacia los demás, o la sana y natural capacidad de discernimiento y de pensamiento del que disponemos? Lo más brutal del argumento de este libro es que al ser humano del ya lejano año 1984 se le priva, además, de un pasado, de una historia, manipulándolo el régimen a su antojo; el lavado de cerebro es tal que sólo se le inculca al individuo sentimientos de odio hacia el que estorbe y haga peligrar el status quo, e incluso, que se llegue a vaporizar o aborrar del mapa, literalmente, a quien ose saltarse las normas.

Es escalofriante el análisis que el autor hace de una sociedad futura, establecida en la época en que fue escrito el libro, en unos años que ya pasaron y que, por suerte, no fueron  tan catastróficos como se describen en el mismo.

Aunque no estoy muy seguro de que no esté empezando ya a gestarse, hoy día, una sociedad en la que la uniformidad de pensamiento y nivel de borreguismo o atontamiento sea lo más característico, en el que el cuestionarse las cosas y pensar un poquito suponga mucho esfuerzo y nos conformemos con lo que nos quieran ofrecer.

Para mi es un libro que recomendaria ya que nos  introduce en la idea de que de nosotros depende que no lleguemos a esos límites, defendiendo ante todo nuestra libertad para decidir lo que queramos pensar, criticar, sentir y vivir, e instruyéndonos todo lo que podamos, y que no tengamos que llegar a la frase tan lapidaria y significativa que aparece en el libro: La ignorancia es la Fuerza.

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